Releyendo hace poco El Resplandor (The Shining. Stephen King, 1977), me topé con el siguiente párrafo:
El Overlook se estaba divirtiendo en grande. Tenía un niñito a quien aterrorizar, un hombre y su mujer para convertirlos en recíprocos enemigos y, si jugaba bien sus cartas, serían ellos quienes terminarían paseándose por los pasillos del Overlook como sombras insustanciales en una novela de Shirley Jackson, lo que andaba en Hill House andaba solo, pero claro que en el Overlook no andarían solos, nada de eso, ahí estarían muy bien acompañados.
La mención a la novela de Jackson no es baladí. Pionera y adelantada a su época, Shirley Jackson publicó algunas de las historias de terror modernas que inspirarían a toda una generación y empujarían, por ejemplo, a Stephen King a lanzarse a escribir. De hecho, al leer el párrafo, recordé haber visto ya el nombre de la autora relacionado con el del maestro del terror de Maine. Corrí a mi biblioteca y localicé el ejemplar de Ojos de Fuego (Firestarter. Stephen King, 1980). Nada más abrirlo, la dedicatoria me saltó a los ojos:
La dedicatoria (preciosa, por otra parte) sirve a King, por entonces ya un novelista superventas, para homenajear y reivindicar la figura de la autora californiana y, de paso, dar a los lectores una lista de sus obras imprescindibles.
Ninguneada e incomprendida en su época, el interés por la obra de Jackson ha crecido en los últimos años gracias a adaptaciones cinematográficas y televisivas, destacando la excelente serie que Mike Flanagan produjo en 2018 para Netflix y que adaptaba La maldición de Hill House.
Naturalmente, he seguido la recomendación de Mr. King y ya he leído el texto original de 1959 en que se basa dicha serie y en el que ya aparecen todos los elementos explotados hasta la saciedad en años posteriores dentro del género de casa encantada. Recomiendo vivamente su lectura, así como la serie televisiva. Y, por mi parte, pienso seguir descubriendo la obra de esta gran escritora injustamente olvidada.